miércoles, 6 de diciembre de 2017

Excursión 379: La Tortuga de la Sierra de Hoyo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Hoyo de Manzanares
Final: 
Hoyo de Manzanares
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  10,2 Km
Desnivel [+]: 463 m
Desnivel [--]: 463 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 31

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Ya hace varias temporadas que debemos a Paco N. la organización de salidas en verano. Como el hombre no para de innovar, en esta ocasión nos ofreció, para nuestra satisfacción, una excursión en día festivo y además con comida de remate en Hoyo de Manzanares. La verdad es que quienes vivimos en “La City” agradecimos mucho la oferta: En ninguna ocasión anterior habíamos encontrado el tráfico tan cómodo y fluido.

El día era espléndido: soleado y sin viento. Ideal para iniciar suavemente el ascenso por la falda de la sierra de Hoyo de Manzanares desde el pueblo del mismo nombre. Relajados, sin prisas, era un placer caminar con tantos viejos amigos (no confundir con “amigos viejos”) a los que hacía tiempo no había visto. Como era día de fiesta también nos acompañaban otros amigos que sólo acuden ocasionalmente, y también tres invitados que caminaban con nosotros por primera vez: Dunia, Mª José y Pedro. Con toda esta compañía se produjo, yo creo que por primera vez, la práctica paridad entre hombre y mujeres en el GMSMA: 16 “chicos” y 15 “chicas” y eso que pudieron ganar si a última hora dos de ellas no hubiesen fallado.

Entretenidos con la conversación, llegamos sin sentir hasta una gran fosa alargada, excavada en la rocas, que debió contener un filón mineral explotado en el pasado, creo que de wolframita, y en cuyo vacío se acumulaba un agua negra como la noche a pesar del azul del cielo. Seguimos ascendiendo con la pendiente ya más acentuada pero sin mucho esfuerzo, gracias al cómodo ritmo que marcaba Paco. Y así, al cabo de un rato llegamos a un magnífico mirador natural, en las cercanías de un Belén acoplado entre dos rocas, donde aprovechamos para comer algo.

Continuamos, ya por la cuerda de la sierra, haciendo una paradita para contemplar La Tortuga, uno de los objetivos del día. Se trata de una curiosa formación rocosa de grandes dimensiones con forma, lógicamente, de tortuga, aunque a mí se me parecía más a un caracol. Nos entretuvimos también adivinando desde lo alto todos los enclaves que divisábamos al norte, hasta donde la Cuerda Larga marcaba el horizonte. 

Tocó luego ir serpenteando entre las rocas y los arbustos, con varias bajaditas y subiditas. Unas de las ramas de este tramo le jugó una mala pasada a Santiago, hiriéndole aparatosamente en la calvorota. Afortunadamente, Inma venía con nosotros y pudo hacer una cura rápida y efectiva; debido a las cualidades de Santiago, no hubo siquiera necesidad de rapar su melena. Como además Santiago es tan valiente, siguió caminando como si nada y, para mantener su dignidad, se cubrió el apósito con un gorrito del Real Madrid que le quedaba muy mono.

Así llegamos al siguiente objetivo de la jornada, El Estepar, que es la cumbre más alta de la sierra de Hoyo con sus 1403 m. La subida hasta lo más alto está tan bien preparada que hasta dispone de escalones artificiales para acceder a la gran cruz que corona su cumbre.

Una vez arriba, la vista es espléndida, aunque Madrid se veía difuminada entre una neblina que se extendía por todo el horizonte.

Mientras mirábamos, nos llamó la atención una mancha negra y espesa que aparentemente se sustentaba sobe la niebla, conectada con el terreno por una manga grisácea.

Esta era una señal de mal augurio y, desgraciadamente, pudimos confirmarlo esa misma tarde al enterarnos de que varias chabolas habían ardido en la Cañada Real Galiana, dejando a una veintena de familias sin su precario techo.

Coronada la sierra y conseguidas las metas del día, lo que quedaba era bajar hasta el pueblo cerrando el círculo del recorrido. Esto lo hicimos relajadamente siguiendo una senda que bordea las elevaciones por el noroeste hasta entrar en el pueblo dando una curva. Después del ejercicio, apetecía de verdad llegar al restaurante.

El local estaba realmente “calentito”. Pronto tuvimos que quitarnos ropa y también tuvimos que luchar para que apagaran la calefacción. Esto lo agradeció especialmente Pepa, que recibía desde el techo un chorro de aire como para desecarla. 

Quitando este incidente, la comida fue sobre ruedas y estaba bien sabrosa; bueno…, hay que decir que los alubiones del plato de Javier B. estaban casi desparecidos en su plato de caldo, pero a Javier no le importó porque el caldo estaba buenísimo. De los postres destacaré la apple strudel con helado de vainilla: deliciosa.

Contentos y bien comidos, volvimos a casa con la alegría acostumbrada de todos los buenos miércoles. Mady indica que esta excursión no se merece menos de 4’5 sicarias.
Melchor

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