miércoles, 23 de mayo de 2018

Excursión 405: La Chorranca y Cerro del Puerco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pradera de Navalhorno
Final: 
Pradera de Navalhorno
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,7 Km
Desnivel [+]: 679 m
Desnivel [--]: 679 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 30

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Me toca organizar la ruta de esta semana por la baja forzada de nuestro boss, y ante varias posibilidades me decido por una sugerida por José Luis M. por los bosques de Valsaín, que prometía tener muchos alicientes.

En la Pradera de Navalhorno nos reunimos con la grata sorpresa de que Ángel Vallés se acercó a saludarnos y no perderse la oportunidad de hacernos la foto de grupo. Tras los saludos, comenzamos a caminar en dirección oeste en busca del viejo camino que antaño llevaba del palacio de la Granja a la pradera de Navalhorno y ahora es una prosaica pista de asfalto cerrada al tráfico y a las vacas mediante dos barreras.

Dejando una serrería a nuestra izquierda, avanzamos entre robles, que estrenan sus hojas, con rumbo noreste, hasta la primera bifurcación, en que tomamos el ramal de la derecha, el camino forestal de Majalapena, en el que a sus orillas se apilaban gran cantidad de troncos, la materia prima que dio origen a La Pradera de Navalhorno, por la creación del Real Taller de Aserrío, que surgió como alojamiento de los dependientes, jornaleros e industriales, procedentes del País Vasco, dedicados a la compraventa de pinos. En un principio, era una aglomeración desordenada de casas y talleres de madera, situada en una pradera pantanosa.

La economía y la cultura de este pueblo se basan en los oficios ligados al pinar: los gabarreros, que recolectan leñas muertas; los ganaderos, que conservan las variedades locales de vaca, los recolectores de setas, que complementan su administración doméstica, y últimamente del turismo rural.

Pasamos a la vera del arroyo de la Chorranca, al que cruzamos por el puente del Vado de los Tres Maderos, aunque de ellos hoy día no queda nada, al haberse transformado en uno de piedra. Las sombras del pinar y la agradable temperatura hacen que disfrutemos del paseo por la Tolla de los Guindos.

En la siguiente bifurcación continuamos por la pista de la derecha dejando el asfalto. A partir de aquí, la pista se empina cada vez más para faldear la Peña de los Acebos por su vertiente meridional, zigzaguea cercana al arroyo de los Neveros, por cuya fuente pasamos, y finalmente asciende hasta el collado previo al Moño de la Tía Andrea, inicio del último tramo a la Silla del Rey. El continuo ascenso hizo que más de uno comentase durante la subida eso de ¿Falta mucho?, ¿Pero no era un paseo?, ¿Cuándo se acaba la cuesta?.

Nos basta una trepada de diez minutos para alcanzar la puntiaguda cúspide del Moño de la Tía Andrea (1689 m). Allí, olvidado por todos salvo por los excursionistas, el sillón de piedra permanece arrumbado como una antigüedad inútil entre altos pinos silvestres, tan altos que apenas permiten vislumbrar retazos de la llanura segoviana, y de la Granja, migajas de la que otrora debió de ser una magnífica vista.

En un borroso epígrafe sobre el respaldo de la silla reza: “El 23 de agosto de 1848 se sentó S. M. Don Francisco de Asís de Vorvón”. Apenas dos años antes de la referida inscripción, en octubre de 1846, habíase malcasado con Isabel II, de la que era primo hermano, y nadie en la Corte daba un duro por su descendencia, pues se barruntaba que, sobre impotente, era cornudo, sospechas que luego serían desmentidas (o confirmadas, según) por los varios embarazos de la reina, quien, entre otros retoños, alumbró en 1857 al futuro Alfonso XII, trastatarabuelo de de nuestro rey actual, Felipe VI.

El descanso relajó los ánimos vengativos de los que sufrieron la subida. Desandamos el camino hasta el collado, continuando por la pista asfaltada que asciende, en dirección sur por Navapelegrín, donde la abandonamos para, internarnos en el pinar, sin senda evidente, a la busca del arroyo de la Chorranca y sus cascadas concatenadas, que desparramaban con estruendo su abundante agua, procedente, 300 metros más arriba, del puerto de los Neveros, donde nace.

Es todo un espectáculo contemplar cómo el agua se precipita por un cortado rocoso de 20 metros de altura y, acto seguido, tropieza con otro escalón que lo obliga a dividirse en dos chorreras gemelas, completando de esta forma un triple salto de belleza mortal, el más original y bello de la sierra.

Tras las innumerables fotos con la preciosa cola de caballo de fondo, continuamos el empinado descenso, con la certeza de que la belleza del lugar había justificado el esfuerzo de llegar hasta allí.

Con el arroyo resonando a nuestra izquierda, descubriendo un buen rato después, al otro lado del arroyo, la vieja cacera que, procedente del arroyo de Peñalara, se descuelga en catarata por la brava ladera antes de unirse con el de la Chorranca y llevarse parte de su caudal hacia los jardines de La Granja. En este artículo se habla con nostalgia de ella.

Al perder la senda la pendiente, donde el arroyo de la Chorranca gira hacia la derecha en dirección este, paramos para buscar el mejor sitio para cruzarlo, encontrando para nuestra fortuna un rústico puente hecho con largos palos, que si bien no parecía muy seguro, nos facilitó el paso, con el aliciente añadido de la malvada expectación creada por si alguno se iba al agua.

Siguiendo una tenue senda y luego una amplia pista descendimos. en dirección este, a la muy desconocida fuente del Ratón, enclavada en un íntimo rincón con mesa y banco de madera bajo la sombra de unos esbeltos pinos que hacen de este lugar un encantador oasis.

A pocos metros más abajo de la fuente, descubrimos la acequia que lleva el agua a la Granja, a la que seguimos durante unos metros, pero como nuestro objetivo era visitar la cueva del Monje, abandonamos la agradable senda, que da mucha vuelta, para buscar, campo a través la forma de llegar a ella, en dirección noreste, lo más rectos posibles.

Y ciertamente, comprobamos esa máxima del senderista que dice que no hay atajo sin trabajo, porque el empinado ascenso nos hizo sudar la camiseta.

Yo por si acaso, nada más llegar a la pradera que ocupan el legendario dolmen de la cueva del Monje y un vivero forestal cercado con una rústica empalizada, me subí a lo más alto de la puntiaguda roca para evitar las malas tentaciones que escuché de partirle las piernas a no se quién que hacía de guía, aunque no veía yo muchas fuerzas para tamaña venganza, a no ser que fuera por encargo a nuestras temidas sicarias.

Tras recobrar el aliento, continuamos por la pista asfaltada de la izquierda en dirección norte y al acabar de dar una amplia curva, nos salimos a la izquierda para seguir la senda que nos llevaría al Cerro del Puerco, no sin antes despedir allí a las estrellas fugaces del día.

El Cerro del Puerco (1422 m) es una zona llana y abierta, con grandes lanchares graníticos y hermosas vistas, conocido sobre todo, por haber sido uno de los lugares en los que, durante la "Batalla de La Granja", en la Guerra Civil española, se produjeron unos cortos pero brutales combates, en los que aún hoy son reconocibles fortificaciones que las tropas sublevadas habían levantado en el cerro, a marchas forzadas, fueron la clave del rotundo fracaso del ejército republicano de tomar esta posición y avanzar hacia Segovia.

Contemplando el hipotético escenario de la batalla y con unas inmejorables vistas de Cabeza Grande, la Cruz de la Gallega, Matabueyes, Valsaín, la Granja e incluso Segovia, nos tomamos los ya ansiados bocadillos, regados con las agradecidas botas de vino de costumbre.


Ya solo nos quedaba bajar a La Pradera por una desdibujada senda que pasa junto a un fortín y enlaza con una pista con un par de zetas que enseguida nos plantó en el camino de la Granja a la Pradera y de allí a nuestro punto de salida, frente al bar la Pradera, que ahora se llama La Tomasa, donde celebramos con frescas cervezas la finalización de esta bonita ruta, no tan sencilla como algunos esperaban, pero que seguro será de las que no se olvidan, espero que para bien.

Por todo ello, esta bonita excursión se ha merecido 4,5 estrellas.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES
Foto reportaje de José María Pérez


FOTOS
Fotos de Ángel Vallés
Fotos de Antolín
Fotos de Enrique Cid
Fotos de José Luis Molero
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Nieto

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